Podría haberse quedado en el chiquitaje…
En disfrutar del tropezón de River que lo reingresó a la Promoción. En verlo a Independiente allá abajo, goleado y último. En detenerse a pensar que Estudiantes, el próximo rival, había perdido a la hora de la siesta y encima en la semana juega por la Sudamericana. También podría haber ganado de compromiso, porque es Boca y porque Colón ya no asusta a nadie. Pero no…
Boca decidió cerrar la fecha a lo grande. A lo Boca. Y a lo Palermo.
Que son tres maneras de decir más o menos lo mismo…
Lo concreto es que el Boca de Borghi salió a la cancha y lo ganó de la mejor forma que pudo y eso estuvo más que bien. Para levantar la autoestima y la puntería. Para acumular dos victorias al hilo como hacía bastante no pasaba. Para que la mitad más uno lo viera salir de la mitad de tabla para abajo y se codeara con los equipos de la mitad para arriba . Para tomar uno de los últimos trenes que pasaban por la Estación Ilusión … En definitiva, Boca ganó a lo grande y por Palermo para achicar a 5 la distancia con la punta y prenderse en una fecha que sirvió como reacomodamiento general en la tabla .
Dicho está, entonces… No fue un triunfo chiquito ni tres puntos comunes y corrientes: fue un 3 a 1 con buen juego, con hambre, con ideas, con fiesta . Porque Palermo, el eterno hombre record de Boca, reapareció como en sus mejores noches, como cuando Varallo y Cherro estaban por encima suyo. Y metió tres goles y desperdició el cuarto, de penal.
Y sí, si no, no es el Palermo auténtico…
Era “la” fecha para tomar decisiones. O se bajaba del torneo y seguía entre intermitencias y vaivenes o se ponía los pantalones largos, el saco de candidato y se sumaba al lote de arriba. La elección fue evidente: Boca cree que puede estar más arriba de lo que está y avisó que va por más.
Contra Vélez había dado un aviso, pero la señal no era potente: cayó enseguida contra San Lorenzo. Con Olimpo volvió a avisar pero costaba creerle: ayer ratificó que va en serio . O eso es lo que parece… Comenzó jugando bien ante un Colón que se vio superado en casi todo el primer tiempo. Battaglia era un león en el medio y Erbes lo secundaba a la perfección. Y por las bandas había juego y el Pochi Chávez manejaba los hilos del ataque. Así, lo tuvo Viatri, después Escudero, más tarde Clemente Rodríguez y su definición tres dedos que se fue por muy poquito…
Pero sabido es que este Boca está lejos de la perfección y tiene sus fantasmas. Y Medel, inquilino ayer del puesto de Cellay, durmió en el área y de la nada apareció Moreno y Fabianesi. Y de la nada también Colón se puso en ventaja. Y otra vez la valla de Lucchetti que ya no terminaría invicta.
Iban 41 minutos y Boca se iba al vestuario en desventaja. Pero por esas cosas del empuje y las ganas, Caruzzo apareció como enganche y lo dejó solito a Palermo. El Titán , aunque le costó dominarla, se la picó a Pozo antes de irse al vestuario.
Volvieron y pasó de todo: afuera Pozo por lesión (entró Marcos Díaz) y, enseguidita, el arquero suplente lo sufrió al 9 de Boca. Centro de Clemente, pecho de Palermo para desairar a Candia y definir de derecha al primer palo.
Ahí Colón cambió de esquema y de nombres pero Boca apareció en toda su dimensión . Y hubo penal de Díaz a Viatri que Palermo, para no dejar de ser Palermo, la tiró por encima del travesaño. Lejos de caerse, fue por más. Gracias a Battaglia, que habilitó a Clemente. Y gracias a Viatri, que lo asistió perfecto para el 3-1.
Un 3-1 a lo grande. A lo Boca. A lo Palermo…
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Rodrigo Palacio 